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Decidí convertirme en Danza Movimiento Terapeuta porque he pasado más de la mitad de mi vida reparando las heridas que dejaron en mi cuerpo y en mi autoestima, los aňos de ballet de la mano de profesores que constantemente justificaban su violencia y malos tratos en aras de buenos resultados, heridas que se aumentaban con los comentarios de personas que criticaban mis formas, mi senos grandes, mi barriga, mis caderas. Recibía piropos y aplausos familiares cada vez que bajaba de peso y criticas y comentarios que me tildaban de “dejada” de falta de juicio si aumentaba de peso.

Dejé de bailar por mucho tiempo. Me alejé del movimiento porque me dolía mi historia. Pero con el tiempo —gracias a la antropología, el teatro, el empezar a hacer ejercicio para “no pensar” en la muerte repentina de mi papá, el tener un novio al que explicitamente le parecía lindo que yo no fuera flaca, el mudarme a europa y los años de terapia— empecé a reconciliarme con mi cuerpo, con la comida, con la vida y a escucharme, a descubrir nuevas maneras de moverme desde el gusto y la autenticidad.

Mientras hacía mi maestría en teatro en Praga, dictaba clases de danza para sostenerme. Me sorprendió que mis alumnas le daban credito a mis clases por cambios personales profundos que yo no esperaba:“me atreví a usar escote”, “me siento femenina por primera vez”. Entendí que el impacto iba más allá del movimiento. Quise acompañar esos procesos de forma ética y responsable, así que busqué cómo formarme profesionalmente. Así llegué a la Danza Movimiento Terapia.

Hoy soy terapeuta certificada con cinco años de formación en Praga. Trabajo con personas que desean reconectarse con su cuerpo, transformar sus historias internas y habitarse desde el respeto y la libertad.

Actualmente pertenezco a las asociaciones de Danza Movimiento Terapia de República Checa y de Colombia (TANTER y ADMT COL).